Algunas luces siguen encendidas mientras los integrantes de la prensa y allegados a los partícipes del espectáculo se acomodan en los asientos. Murmullos, expectativas que flotan en el aire y un rectángulo de tarimas negras al centro de la sala. Un globo terráqueo y un par de bancos metálicos aguardan la entrada de las protagonistas. …
‘Marina & Isabel’: Jugueteo escénico para olvidar grises tonalidades cotidianas

Algunas luces siguen encendidas mientras los integrantes de la prensa y allegados a los partícipes del espectáculo se acomodan en los asientos. Murmullos, expectativas que flotan en el aire y un rectángulo de tarimas negras al centro de la sala. Un globo terráqueo y un par de bancos metálicos aguardan la entrada de las protagonistas. De pronto, el sonido de los dedos golpeando las teclas de una computadora interrumpe las conversaciones previas al espectáculo.
“Invasión”, “ficción”; palabras invaden las zonas de proyección del foro, echan a andar la atmósfera, inician el proceso de inmersión a la historia de dos mujeres que compartieron época pero nunca un cruce de palabras. Explosiones, acordes de inicio. Ana Ligia García (Isabel I de Castilla) y Carmen Mastache (Marina, la Malinche) salen a escena con unos inmensos vestidos blancos, con capuchas rígidas y olanes en la zona de las piernas; es el principio de un viaje atemporal.
La trama es ya un regalo a la curiosidad por sí misma: Isabel, La Católica es la dueña de una empresa trasnacional que decide visitar la sucursal mexicana en la que le espera una conversación aguerrida con Marina, La Malinche, quien representa a todos los trabajadores del sindicato y el pliego petitorio que propone mejores condiciones laborales para el gremio.
Marina & Isabel ofrece una cualidad invaluable: sabe reírse de sí misma. Es una puesta en escena bastante astuta, ágil en su presentación al público, sensata. No hay una sola cosa que no esté anclada con perspicacia a la actualidad, aquello de lo que nos hace falta reírnos. Las actuaciones de ambas mujeres son adecuadas para este libreto alocado, que destroza (con éxito) las barreras del teatro de caras largas y protocolos interminables.